jueves, 14 de mayo de 2009

Pastor nino: EL GOLPE (Cuento)



EL GOLPE


Antes del golpe, la masa esperaba sus últimas palabras.
- Ellos tienen el poder, pero lograremos destronarlos y ¡el poder será nuestro!- dijo alzando el puño y finalizando su arenga que enardeció a las multitudes.
Poco a poco se fue ganando la confianza de todos ellos, con diplomacia, astucia y persuasión. En eso se sentía experto. Aunque solo se atrevió a proceder cuando advirtió que era poseedor de admirables cualidades.
La mayoría le vio como el sello perfecto para la tarea. Intentarían lo que nunca se había intentado, siquiera ideado, pero era necesario que la dictadura imperante fuera abolida; y ya se sentían victoriosos, pues él los llevaría al premio.
Se evidenciaba una alta logística en las tropas que se ponían en movimiento. Obviamente, todo lo había organizado él; sus oficiales ya estaban dando las órdenes para el gran golpe.
- Son todos buenos – Dijo el segundo al mando, mientras veían desfilar las tropas.
- En eso tienes razón, son todos puros, de quienes solo espero lealtad.- Observó.
- ¡Su lealtad es intrínseca en ellos, una vez que han escogido obedecerle! – Sentenció su segundo oficial.
Con increíble magnetismo, lograba que las tropas voltearan sus rostros para observarle. Vestía increíblemente, engalanado de los premios otorgados por proteger a su gran Rey, “quizás para mantenerme en subordinación y no desplegar mis cualidades, que evidentemente poseo”, pensaba, con una sonrisa propia del que tiene un futuro victorioso. “De todas formas me veo mejor que su brazo derecho, quien hipócritamente viste de humildad, o ese otro que se siente la fuente de poder del reino; ¡Bah! Los tres son unos farsantes”.
Sería el comienzo de un nuevo orden. Derrocaría el imperialismo existente. El éxito estaba a las puertas y sus fuerzas solo esperaban la orden de atacar. El golpe sorpresa tiene pocas probabilidades de fracasar y altas de ganar, esa era la estrategia escogida. Solo faltaba la resolución.
Tomó aire, se encomendó a él mismo y Gritó, con toda la potencia de su voz:
- ¡Ataquen!
Precisamente en ese momento hubo un trueno ensordecedor, una luz enseguecedora y una conmoción en los cielos.
Logró recuperarse y pudo mirar a su alrededor: todos habían desaparecido, incluido su segundo al mando, y solo él estaba de pie, pero inmóvil. Sintió un peso, miro sus muñecas y vio unos grilletes brillantes, con unas grandes y largas cadenas que se perdían en la bruma del paisaje.
De pronto, un as de luz, como un relámpago y una fuerte voz, como un trueno, llenaron el vacío del cielo.
- ¡Atención Querubín protector!
Una fuerza le obligó a ponerse de rodillas y su rostro evidenciaba una combinación de ira y espanto.
La fuerte voz sonó.
- Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, acabado en hermosura ¡y osas destronarme! ¡Te has vuelto un Demonio! – Una combinación de potencia y serenidad era lo que se escuchaba.
- Debía intentarlo,- respondió, casi con enojo y frustración - ¡Tu solo quieres regir! Y de mí, que me honraste de perfección ¿no podía, acaso ejercer el derecho a gobernar? ¡Soy producto de lo que tu as hecho!
- Por cuanto te has llenado de maldad y se ha enaltecido tu corazón a causa de tu hermosura, eres desterrado del cielo a una prisión terrenal, ¡ahí espanto serás! Pero solo por breve tiempo, por que al final de los tiempos el fuego te consumirá, a ti y a tus contrataciones.
Un “Así sea” se escucho por todo el firmamento, mientras una llama pura rodeó el cuerpo del Querubín, y como un rayo, fue lanzado a la tierra, no sin antes pronunciar unas palabras de venganza:
- ¡Debisteis destruirme ahora! Juro por mí que reinaré y todo lo que creares, destruiré ¡No me iré solo al fuego! ¡Me llevare a los que más amas! ¡No me iré solooooooo...!

Alvaro San Martin


“Un Hombre llamado Historiador”

Inexplicable sentir
Pasión de hombre
Impulso-motor
Que sacudes con rasgos de historias de color sepia
Pistón de la soberbia que mantiene este caminar incesante

¡Cuéntame!
¿Qué es lo que buscas viajero marino?
Déjame conocer tu alma
Que guarda el anhelo de ver la estrella de oriente
¡Colgada en uno de los cerros de estas tierras copihueras!…


Necesidad y ebullición del ordenamiento
De traviesos pensamientos
Cantera ardiente en el pecho
Sudor del “señor de los acontecimientos”
Eres el obrero con aguja fina
Que hunde el símbolo en el frágil y naciente material cobrizo…

¡Letras y triunfos!
Anhelos y forjamientos
De las espadas “Loncoche antecedentes para una historia”

¡Amigo!
¿Cómo no has entendido?
¡Autoridad!
…¡Sello y comprensión es lo que pido!…


¡PENDULOS DEL TIEMPO!
DETENED SU TIC-TAC…
¡Piedad!
Déjenme usar la pluma y el tintero una vez más
¡Sellar!
¡Sellar!
¡Impregnar!
¡En el papel del corazón de los hombres! …


“Con cariño, afecto y admiración dedico este poema para mi estimado historiador, idealista y amigo Abraham Abara Kessie,
Gracias en nombre de los que amamos con pasión el Arte y la cultura”.

Alvaro “SKARPENKER” San Martín Mera, 29 de julio de 2008, siglo 21.-

Alano Leiva (Poeta)

PLEGARIA

Yo voy por las calles
Llorando penas,
Al descubrir tantas injusticias;
Cuando se abren caminos,
Pero, se cierran puertas
Y sólo una ruta
Que nos lleva derecho al abismo.
Cuando a pesar de todos los progresos
De que la humanidad se vanagloria,
El corazón del hombre, hoy, se debate
En un mar de soledad.
Cuando las sonrisas ya lucen
Difícilmente en la carita de los niños;
El llanto tirano las noches envuelve
Cuando se reposa en blanca almohada.
El fuego que arde en las entrañas
Nadie apagarlo se atreve
Y cuando una mano generosa acude
La risa triste del desencanto emerge.
Cuando los odios entre hermanos
Acabe en la negra fosa,
Elevaré mis ojos al cielo
Clamando la eterna misericordia
Aunque el hambre reine
Y la soledad aumente,
Las sonrisas escapen en estampidas
Y el llanto mi silencio invada;
He de buscar con ansias y desvelos:
No aquí en la tierra ni tampoco en cielo,
Si no en mi corazón el consuelo.
Y florecerán las rosas y crecerá el olivo.
Brillarán miles de estrellas en lontananza.
Podré entonces alejar todo mal vivido,
Porque habrá retornado
Para siempre la esperanza.


Alano Leiva Oyarce.